Divagues.

Mi mente es un desorden. Siempre lo ha sido. En un día aprendo muchas cosas y en otro olvido varias. Debería avergonzarme. Pero no lo hace. Al contrario, me hace darme cuenta de cuan humana soy. De cuan insignificante y efímera es mi presencia en este mundo. 

La raza humana son como niños. Tratando de aprender lo mas que puedan en un corto espacio de tiempo, tratando de dejar huella de su paso, tratando de aniquilarse los unos a los otros. 

Siempre me pregunto cosas. Siempre imagino mundos utópicos y algunas veces, la distopía me aturde. Busco respuestas en cosas pequeñas, tales como la lluvia, los rayos de sol, los charcos de agua, las manchas en mis zapatos. Busco todo y no encuentro nada. 

Todo el tiempo me siento miserable. Pero es este tipo de miseria que no sabes que esta ahí. Es el tipo de miseria con que convives a diario. El tipo de miseria que te consume lentamente, que te quita la motivación, que hace que todo se vea oscuro. Ese tipo de miseria es con la que vivo. 

No me satisface nada. En un momento amo a la humanidad y al siguiente la odio. La odio por su egoísmo y frivolidad. La odio por sus dobles estándares y doble moral. La odio por proclamarse defensora de los derechos humanos y al instante siguiente, declararle la guerra a criaturas que no podrán defenderse. 

¿Ya había dicho que mi mente es un desorden? Pues bien, aquí está la prueba.

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